Flujos migratorios y fuerza labor-al: Transformación cultural y redefinición de las identidades en la frontera México-Estados Unidos
Migration flows and labor (force): cultural transformation and redefinition of identities in the United States-Mexico border
Resumen: Con base en los “estudios de zonas fronterizas” (Borderland Studies), que se encargan de analizar comparativamente diferentes fenómenos como identidades transfronterizas, comunidades transfronterizas, movilidad social transfronteriza, entre otros, he delimitado el campo de estudio de la presente investigación en función de la situación laboral en la que se encuentran los y las trabajadores/as mexicanos/as en la frontera México-Estados Unidos, específicamente en dos sectores productivos de la economía de ambos países, la agricultura y la maquiladora, resaltando las transformaciones socioculturales en las que incurren para reconceptualizar su identidad colectiva.
Palabras clave: identidad / performatividad / sector productivo / migración / agencia
Abstract: Based on the “borderlands studies” that deal with comparative analysis of different phenomena such as cross-border identities, communities, cross-border social mobility, among others, have defined the field of study of this investigation based on the employment situation in which are Mexican workers in the United States-Mexico border, specifically in two productive sectors of the economy of both countries, agriculture and maquila, highlighting the socio-cultural transformations reconceptualize their collective identity.
Key Words: identity / performance / industry / migration / agency
Gran parte de mi investigación se ha centrado en los procesos de formación de la cultura fronteriza e identidad migratoria en la región fronteriza México-Estados Unidos durante el siglo XX, específicamente de las comunidades de migrantes mexicanos que se han establecido en dicha región y han logrado conformar un vínculo significativo con sus comunidades de origen, sobre todo en el caso de la comunidad mexicoamericana que ha sabido mantener un equilibrio entre sus necesidades colectivas y la interlocución con el otro. Situación que no resulta tan favorable con la comunidad fronteriza porque el enfrentamiento con el otro no siempre es tan enriquecedor debido a que los sujetos fronterizos apenas empiezan a tomar conciencia de su situación de vulnerabilidad a la que se enfrentan como sujetos “desechables”, aunado a que la ausencia de un estado de derecho en México no contribuye a que los movimientos sociales organizados tomen fuerza política en beneficio de la comunidad. El asunto, en resumidas cuentas, consiste en que a pesar de la cercanía entre un país y otro, la frontera que inhibe el desarrollo de una comunidad no es territorial sino simbólica; es decir, cómo cada una comunidad entiende su cultura, se apropia de sus valores y hace valer sus derechos como ciudadanos, independientemente de su estatus legal.[2]
Es por ello que en este texto me interesa analizar comparativamente, con base en los estudios de zonas fronterizas (Borderland Studies), y en la teoría transnacional, dos casos específicos de comunidades que, mediante la construcción simbólica de la identidad redefinen performativamente su identidad colectiva y, por ende, la cultura en la región fronteriza. La base metodológica de los estudios de las zonas fronterizas (Borderland Studies) consiste en comparar analíticamente supuestos teóricos y empíricos de los fenómenos seleccionados, sin ceñirse a una disciplina particular.[3] En este sentido, he seleccionado los estudios de zonas fronterizas para elaborar esta investigación porque me permite transitar por diferentes propuestas teoréticas; así como dialogar y hacer dialogar a diferentes teóricos e investigadores empíricos entre sí, con la intención de simular una ruta alterna desde la academia de lo que podría ser el diálogo interdisciplinar de los fenómenos migratorios y de los fenómenos fronterizos actuales. Además, los estudios de zonas fronterizas me permiten libertad de acción y un mayor grado de abstracción para abordar los fenómenos culturales de la región fronteriza México-Estados Unidos.
Por su parte, el modelo transnacional y el modelo transfronterizo tienen varias aristas y acepciones (tanto positivas como negativas) por lo que es necesario abordarlos con base en las posturas teóricas que permean el uso y manejo de estos conceptos desde 1990 en la región fronteriza México-Estados Unidos. Para hablar de ello recurro a los conceptos que plantea Norma Ojeda, quien afirma que “lo transnacional se entiende como los múltiples lazos e interacciones que vinculan a personas o instituciones a través de fronteras entre espacio geográficos definidos y, en especial, a las fronteras entre estados-naciones” (2009: 17). Este proceso transnacional permite acelerar ciertos patrones ya existentes e incluso promover nuevas formas de interacción humana, como sucede con la comunidad mexicoamericana. Mientras que, según Ojeda, que el proceso transfronterizo es el resultado de un movimiento transmigratorio que “corresponde a un fenómeno propio del espacio fronterizo que tiene relación con la vida cotidiana de los fronterizos de ambos lados de la línea y que, en mucho, responde a las condiciones asimétricas de poder económico, social y de gestión política internacional, así como a las diferencias culturales que hay entre México y Estados Unidos” (Ojeda, 2009: 12).
En la actualidad existe una gran cantidad de literatura sobre teoría transnacional y ésta plantea que las sujetos transnacionales no solamente son aquellos que cohabitan una frontera geopolítica, sino también aquellos sujetos que recrean sus propias costumbres y tradiciones en las comunidades que conforman al establecerse en el lugar de residencia. Reproduciendo, casi siempre, la formas de organización social, el lenguaje, los hábitos alimenticios, entre otros, propios de su lugar de origen. Como se verá más adelante cuando aluda al ejemplo de la comunidad de mixtecos asentada en California. Sin embargo, desde mi perspectiva, la teoría transnacional no toma en consideración los procesos de conformación identitaria de los sujetos, sólo la conformación de las comunidades. En este sentido es pertinente enfatizar que aunque los migrantes reproduzcan ciertos hábitos, se ven inmersos en un proceso de interacción con los otros, llámense blancos, afroamericanos, latinos o hispanos, pero sobre todo están regidos por un Estado-nación completamente diferente al suyo que los confronta cotidianamente.
Los casos que analizaré en este texto son, en primer lugar, el caso de la comunidad de San Juan Mixtepec, Oaxaca, que se estableció en California, desde mediados del siglo pasado, con la intención de ejemplificar la transformación cultural en la que incurre esta comunidad de mixtecos al trasladar sus costumbres, tradiciones y formas de organización a otro Estado-nación. En segundo lugar analizaré cómo a partir del establecimiento del modelo maquilador en los estados del norte de México desde hace más de cuarenta años se empiezan a redefinir las identidades colectivas de los trabajadores de la maquila en un nivel social (cambio del rol social de la mujer) y en un nivel laboral (relación entre identidad laboral e identidad colectiva).
Para realizar este análisis comparativo he delimitado el campo de estudio en función de los flujos migratorios y la situación laboral en la que se encuentran los y las trabajadores/as en la región fronteriza México-Estados Unidos, específicamente en dos sectores productivos de la economía de ambos países (agricultor y maquilador), resaltando las transformaciones socioculturales e identitarias en las que incurren (de manera individual y colectiva) para adaptarse al medio en el que se desarrollan. Para ello, recurriré a diversos trabajos de investigación de caso que se han realizado en los últimos años que me permiten identificar los procesos, casi siempre económicos y legales, que hacen plausible ciertas transformaciones en las identidades de los sujetos que habitan y/o transitan por la frontera. Ampliar la investigación a los tres sectores productivos de la economía de ambos países requiere un trabajo de mayores dimensiones y que posiblemente no resultaría del todo enriquecedor (comparativamente hablando) porque el sector primario y terciario de la economía mexicana están en franca recesión (por no decir en el olvido).
Antes de continuar, me interesa precisar que los flujos migratorios de los migrantes han ayudado a consolidar importantes corredores industriales tanto en la industria agrícola como la industria maquiladora, a costos muy altos tanto para los jornaleros como para los obreros, sobre todo si se trata de migrantes “sin papeles” o ilegalizados. Estos bloques industriales se pueden subdividir, según el sector productivo, en tres circuitos agrícolas y cuatro corredores industriales; ambos comparten las mismas rutas por las que atraviesan los migrantes y es por ello que de acuerdo a la temporalidad del sector los jornaleros agrícolas y los trabajadores de la maquila alternan o duplican sus jornadas laborales en dos o más industrias al año.
Los circuitos agrícolas conforman tres grandes corredores que abarcan el centro, este y oeste de Estados Unidos; así como un par de estados del norte de México. De acuerdo a las necesidades de la industria agrícola estos circuitos están conformados de la siguiente manera: El circuito oeste va de California a Oregón, Washington e Idaho; el circuito medio oeste inicia en Texas, pasa por Wisconsin, Minnesota, Michigan y Ohio; el circuito costa este empieza en Florida se mueve hacia Georgia (por el norte), Carolina del Sur, Carolina del Norte, Virginia, Maryland y Nueva Jersey (Peña, 2011: 36-37). En este sentido, no es casualidad que en varios de los estados aludidos se empiecen a recrudecer las leyes antiinmigrantes sobre todo a partir de la SB1070 de Arizona, hasta llegar a la HB56 de Alabama, pasando por muchas otras propuestas de leyes en diferentes estados como Georgia, Texas, Indiana, Carolina del Norte y Carolina del Sur (Utah es el único estado que está en contra de las leyes antiinmigrantes). Estas leyes antiinmigrantes se caracterizan principalmente porque los policías pueden detener en la calle a cualquier persona que parezca migrante y pedirle sus papeles; así como sancionar a los dueños de las empresas e industrias que contraten migrantes irregulares.[4]
Por su parte, en la región fronteriza México-Estados Unidos, debido a los estrechos vínculos económicos y comerciales que existen entre ambos países, y principalmente a los flujos migratorios de mano de obra barata, se han consolidado diferentes corredores industriales delimitados geográficamente de forma vertical y que abarcan ciudades industrializadas de ambos lados de la frontera con actividades productivas diferentes e incluso especializadas en distintos productos y/o servicios. Estos corredores se dividen en: El Corredor del Pacífico, conformado por ciudades estadounidenses como San Francisco, Sacramento, Los Ángeles y San Diego (California) y ciudades mexicanas como Tijuana, Tecate y Mexicali (Baja California). Este corredor se especializa en producción de maquinaria, equipo eléctrico y alta tecnología (SiliconValley y Tijuana), así como maquila de textiles (Fashion District). El Corredor del Oeste, mejor conocido como “Cinturón del Sol” (Sun Belt), abarca ciudades como Phoenix y Albuquerque (Arizona), Denver (Colorado); Nogales y Agua Prieta (Sonora). El “Cinturón del Sol” también se especializa en industrias de alta tecnología y específicamente en armamento.[5] El Corredor del Centro está conformado por Kansas, San Luis, Forth Worth, Dallas, Detroit y El Paso; del lado mexicano Ciudad Juárez. Finalmente, el Corredor del Golfo que comprende Houston, San Antonio y Austin; así como ciudades de la región fronteriza que comparten zonas de convivencia: Ciudad Acuña-Del Río, Eagle Pass-Piedras Negras, Laredo-Nuevo Laredo, McAllen-Reynosa y Brownsville-Matamoros (Barajas, 2009: 60-61).
Obviamente, las ciudades que conforman la región fronteriza, principalmente las ciudades de los estados de la frontera sur de Estados Unidos se han visto favorecidas por la industrialización de las ciudades de los estados del norte de México en dos niveles principalmente: aumento del mercado interno debido a que los habitantes de la frontera consumen más productos y servicios en Estados Unidos que en México; establecimiento de las casas matrices de las empresas estadounidenses que tienen su filial en ciudades fronterizas mexicanas, las cuales se encargan de controlar ciertas áreas como asesoría legal, contable, financiera, de distribución, entre otras.
Mixtecos en tránsito
Para ejemplificar la transformación cultural en la que incurren los migrantes tomaré el caso de la comunidad de San Juan Mixtepec, que transita entre Oaxaca y California. El caso particular de esta comunidad ha sido ampliamente estudiado por diferentes investigadores desde diversos ámbitos.[6] Varios coinciden en denominarla comunidad transnacional y no porque sea una comunidad que comparta la región fronteriza, sino porque los mixtecos que migran participan simultáneamente en la vida política, social y cultural de las sociedades que habitan, ya sea la de origen o la receptora, e incluso tienden puentes entre una y otra, reproduciendo modelos políticos y de organización social pero adaptándolas a una determinada jurisprudencia, de acuerdo al sistema del Estado-nación en el que se encuentren. En este sentido, lo que me interesa destacar en este apartado es la performatividad cultural y discursiva de la comunidad mixteca.[7]
Antes de continuar, me interesa precisar brevemente cómo se da la migración mixteca a Estados Unidos desde el siglo pasado. De acuerdo con Castro, la migración de los mixtecos se puede dividir en tres momentos: El primer periodo consistió en la migración que se dio a partir de 1940 hacia los estados del norte del país (Baja California, Sonora, Sinaloa) y hacia California. En estos estados se generó un vínculo importante con los jornaleros agrícolas mixtecos, auspiciado años más tarde por el Programa Bracero (1942). Posteriormente se conjuntaron otra serie de factores internos y externos que propiciaron un éxodo mayor: con el cierre de la mina de antimonio de la comunidad de Tejocotes (1963), que funcionó durante la primera mitad del siglo pasado, muchas personas se quedaron sin trabajo, al igual que aquellas que fueron repatriadas con el término del Programa Bracero (1964). El segundo periodo (1960-1980) consistió en el asentamiento de la comunidad de San Juan Mixtepec en la costa oeste y este de Estados Unidos, debido a los permisos temporales de trabajo que se dieron a través de los contratistas estadounidenses que conocían las características de los jornaleros agrícolas mixtecos y los empezaron a trasladar a otros estados de los circuitos de la industria agrícola, ya no sólo en la siembra y recolección de verduras, frutas o algodón, sino también en distintas empresas como la de pollo (Carolina del Norte). El tercer momento migratorio se da con las fuertes crisis económicas que azotan a la país y al campo mexicano (1980-2005) dejando en la pobreza extrema a miles de personas, pero sobre todo a los habitantes de la zona sur del país, incluidos los mixtecos, quienes tras varios años de transitar entre un país y otro empiezan a consolidar los flujos migratorios de su comunidad en varios estados del país vecino (Castro, 2009: 171-175).
En la actualidad son varios los indicios de que la migración hacia Estados Unidos, en general, está disminuyendo debido, por un lado, a la crisis económica estadounidense y al recrudecimiento de las leyes antiinmigrantes en varios de sus estados; por otro, al alto costo de cruzar la frontera de forma ilegal, así como al aumento de la violencia en México.[8] Situación que no impide que los mixtecos dejen de migrar, pues con el paso de los años han establecido ciertos patrones de continuidad entre sus comunidades, a diferencia de lo que sucede con los migrantes que se establecen en los estados del norte del país, quienes dejan atrás su origen para empezar de cero en la frontera y muchos de ellos sólo están de paso mientras logran cruzar al otro lado.
Performatividad cultural y discursiva
El término de performatividad lo utilizo en el sentido derridiano que alude a la representación mimética de uno mismo frente al otro. En este sentido, me refiero a la performatividad cultural como la representación en la que incurren los sujetos migrantes para hacerse presentes y ser participes políticos en la sociedad en la que se establecen. Esta representación casi siempre es simbólica debido a que los migrantes, como ya lo mencioné, reproducen sus comunidades de origen y sus formas de organización en la sociedad receptora.
Desde mi perspectiva, los sujetos que migran a Estados Unidos no incurren en la integración ni en la aculturación ni mucho menos en la hibridación (como lo afirman diferentes teóricos), sino en la performatividad que, a diferencia de las otras variantes, consiste en “adaptar” sus hábitos, costumbres y tradiciones a la cultura receptora, sin olvidarse de sus orígenes ni perder los lazos comunitarios (por lo menos en los migrantes de primera generación). Es decir, en primera instancia, migran para conseguir un trabajo, posteriormente empiezan a reproducir sus tradiciones, aquéllas que están íntimamente ligadas con su construcción simbólica (fiestas patronales), y, finalmente, cuestionan sus costumbres e incluso formas de organización:
Entonces nosotros pensamos como gente que había migrado y vimos cómo afuera de nuestro territorio, afuera de nuestra cultura, había otras formas de gobernarse, vimos que en Estados Unidos sin ser ciudadanos teníamos derechos sociales y dijimos: ¿cómo es posible que en nuestro propio pueblo nos marginen? […] Entonces pensamos que el sistema de usos y costumbres era un sistema que sí había que respetar pero también vimos que ese sistema no se adaptó al movimiento de la gente, al movimiento de las familias, a todos esos cambios [Moisés Cruz, Cd. De México, 2003]. (Castro, 2009: 223)
La movilidad les permite comparar las dinámicas sociales en las que están inmersos. Tanto en su lugar de origen como en el lugar de residencia es incuestionable que los indígenas son explotados, relegados y supeditados a políticas de exclusión formal. Sin embargo, cuando ellos comparan cómo funciona el Estado-nación entre un país y otro se dan cuenta que la explotación a la que han estado sujetos desde la conquista no es una cuestión natural, sino ha sido una cuestión de ausencia de políticas públicas en sus comunidades de origen:
Bueno creo que en Estados Unidos no podemos decir que hay cien por ciento de justicia, también hay muchas injusticias, ¿verdad? En el sentido de que el simple hecho de estar legalizando el racismo, la discriminación, poniéndola por escrito en un libro para poder sancionar es una injusticia y muy grande […] la única diferencia es este país es que más o menos se llevan a cabo las demandas legales en la Corte, tardado pero se lleva, entonces esto pues no podemos encontrarlo en México ¿no? Y en México es peor porque allá, por ejemplo, la impartición de justicia no se está llevando a cabo, no hay lugar donde uno llegue confiadamente y se haga justicia, porque mientras estén controlados los tres poderes por el gobierno, el poder judicial, el poder legislativo y el ejecutivo, pues ahí no hay diferencia de poderes [Rufino Domínguez, California, 2006]. (Casto, 2009: 308)
La agencia del sujeto migrante cobra importancia en comunidades como la mexicoamericana debido a la fuerza que va adquiriendo no sólo a nivel económico, también político. Y es gracias a la conformación de diferentes organizaciones que velan por los derechos laborales y migratorios de los sujetos, tanto en Estados Unidos como en Oaxaca, o mediante organizaciones que cuentan con representación en ambos lados, que se empiezan a promover ciertas transformaciones políticas y sociales en el seno de su comunidad de origen:
Aquí la gente aprendió cuando empezó a salir, conoció sus derechos y las formas de lucha […] hay mucha dente que salía a campos de otros estados, los campos agrícolas, entonces ellos han participado en las luchas contra los patrones, contra los policías, y en la frontera sobre todo, entonces, han aprendido y por eso no se puede decir que él que se va no trae nada y se pierde para siempre, esto es venir trayendo cambios en la mentalidad más que nada [Adolfo Gómez, San Juan Mixtepec, 2005]. (Castro, 2009: 240)
Ahora bien, también se puede hablar de la performatividad discursiva, entendida como un acto que se renueva constantemente debido al uso del lenguaje, ya que éste no tiene ninguna restricción ni por quien lo predica ni por el contexto en el que se genera. En este sentido, la performatividad discursiva presenta diferentes manifestaciones según el propósito o el efecto que desee generarse, estas pueden ser acciones elocutivas, gramaticales e incluso silenciosas, tal como afirma Butler: “Una orden puede ser tan eficazmente ejercida mediante el silencio como mediante su formación verbal explícita. Infiero que incluso una conducta silenciosa podría valer como preformativo [anterior a] lingüístico en la medida en que entendamos el silencio como una dimensión constitutiva del habla” (Butler, 2003: 172).
Es evidente que el silencio ha sido un preformativo constante en el caso de la comunidad indígena para hacerse de una voz dentro de la sociedad que los oprime (tanto en México como en Estados Unidos); es decir, el silencio en un principio simulaba un tipo de sujeción que posteriormente dio paso no sólo a transformaciones sociales a favor de los migrantes mixtecos sino también en transformaciones legales. Esta lucha silenciosa que conlleva un acto de poder, transformó la forma de hacer política, pues lo que antes era una representación se convirtió en la forma de ejercer el poder mismo:
Cuando la gente de Oaxaca empezó a llegar a los Estados Unidos se metía en problemas, ¿verdad? Y tenían que ir a la corte y la interpretación siempre era de español a inglés y no había intérpretes de mixteco a español, o de mixteco a inglés. Al no haber esta interpretación, los acusados no tenían muchas formas de defenderse porque no hablaban el español, o no hablaban el inglés, y por eso se dio la necesidad de crear un grupo de intérpretes […] En el 84 uno de muchos paisanos, el señor Santiago Ventura, que estaba viviendo en Oregon, fue acusado de un crimen. Él no hablaba español y lo llevaron a la corte y en la corte él no se podía defender porque nada más hablaba puro mixteco. En ese tiempo lo tomaron por loco, dijeron que él estaba mal de la cabeza porque hablaba así. Lo acusaron injustamente, pero después con el tiempo, en la cárcel, él empezó a aprender un poco de español y empezó a explicar que él tenía otro idioma que no era el español y entonces le hicieron un nuevo juicio, encontrando a un culpable y entonces desde ahí ya surge la necesidad de crear un grupo de intérpretes. Desde entonces el gobierno en California crea la figura de intérpretes del mixteco para las cortes de California [Mario, California, 2006]. (Castro, 2009: 327)
La cuestión que falta resolver consiste en si la agencia del lenguaje es igual a la agencia del sujeto. Es decir, podemos afirmar que un acto con consecuencia producido por el lenguaje tiene el mismo impacto que uno producido por el sujeto. En el caso de la comunidad mixteca no sucede así, puesto que “desligar el acto del habla del sujeto soberano permite fundar una noción alternativa de agencia —y de responsabilidad— que reconoce que el sujeto se constituye en el lenguaje”. Entonces, ¿la responsabilidad de constituir un sujeto político recae en la comunidad mixteca —ya sea por la predicación como primera violencia o porque la llamada trae al sujeto a la existencia—, o en la sociedad estadounidense? Definitivamente este acto con consecuencia recae sobre los mixtecos pues son ellos quienes, a través de la performatividad discursiva, se constituyen como minoría en el lenguaje mismo, ya que “aquel que actúa opera desde el principio dentro de un campo lingüístico de restricciones que son al mismo tiempo posibilidades” (Butler, 2003: 37).
La comunidad mixteca de Oaxaca y California se apropia de esas posibilidades para hacer valer sus derechos como sujetos políticos, como ciudadanos y como migrantes. En este sentido, esta comunidad transnacional es un ejemplo de que las migraciones conducen no sólo personas, también formas de vida o formas de organización, positivas o negativas, que llevan implícitas costumbres, creencias, valores. Y es gracias a estas migraciones que se están dando cambios sustanciales al interior de las comunidades de origen, donde sus representantes, más allá de olvidar de dónde vienen, se sienten orgullos de su lengua, de sus costumbres, de sus tradiciones y se han dado cuenta que no son anacrónicas ni deshumanizadas como se les había hecho creer en la colonia.
Los mixtecos consolidan una comunidad que rebasa lo local y que cuestiona el proyecto globalizador; deconstruye los discursos monoculturales y permite el ingreso de su gente a la toma de decisiones, ya no en función de una sistema de cargos sino en función de un sistema que intenta ser democrático e incluyente, ya sea copiando los errores de la política mexicana o, en otros casos más afortunados, redefiniendo sus mismas organizaciones sociales. Obviamente esto no significa que la batalla contra la explotación del jornalero agrícola mixteco esté ganada, falta camino por recorrer y para ello es preciso ahondar en temas de políticas públicas y políticas migratorias.
La comunidad mixteca es un ejemplo valioso de lo que falta por hacer en las comunidades fronterizas y en general en el resto del país. Si bien es cierto que algo hemos avanzado como sociedad todavía falta mucho para cantar victoria, pues como se verá en el siguiente apartado, la sociedad fronteriza apenas empieza a consolidar cambios colectivos significativos.
Colectivos en transición
En la región fronteriza se observa un auge económico significativo desde los años sesenta del siglo pasado hasta principios de este siglo debido a la incorporación de diferentes programas que buscaban la industrialización de la frontera norte de México por dos motivos principales: ofrecer fuentes de empleo para los migrantes repatriados, al finalizar el Programa Bracero; así como impulsar el comercio interno y externo, principalmente con Estados Unidos. De tal suerte, se crearon, por un lado, el Programa de Industrialización Fronteriza (PIF) para solucionar el problema de desempleo y, por otro, el Programa Nacional Fronterizo (PRONAF) para sanear la economía de la frontera. Sin embargo, como menciona Cirila Quintero, ninguno de los dos programas tenía la intención de industrializar la frontera como actualmente se conoce e incluso “en un principio la industria nacional y el mercado tuvieron un papel importante” (Quintero, 2009:314). Situación que no se pudo sostener porque desde el planteamiento e incorporación de dichos programas se favoreció a los empleadores y específicamente a las compañías estadounidenses:
A las empresas interesadas en este programa, el gobierno mexicano les permitirá la importación temporal, libre de impuestos, de maquinaria, equipo, partes adicionales y materias primas para ser utilizados en el proceso de producción; la exportación también sería libre de impuestos; el capital de estas empresas podía ser 100 por ciento extranjero, o parte mexicano, o 100 por ciento mexicano. Asimismo, se permitirá el trabajo de técnicos extranjeros en México, previo permiso de la Secretaría de Gobernación. (Quintero, 2009:316)
Obviamente, las “facilidades” que el gobierno mexicano otorgaba a los empresarios servían para promover dichos programas y, sobre todo, para atraer inversión extranjera, pero repercutirían más tarde en la economía fronteriza, pues durante varias décadas no se utilizaron materias primas producidas en México en la industria maquiladora y existía una fuerte dependencia de las casas matrices con los inversionistas extranjeros, dejando fuera de la jugada a los microempresarios mexicanos.[9] Esta situación de dependencia comercial con Estados Unidos ha provocado una incertidumbre constante para los empleados y para la economía de la región, debido, por un lado, a la disminución real del empleo, y, por el otro, a la disminución del valor agregado de productos y servicios, sobre todo a raíz de las recientes crisis económicas de Estados Unidos que han obligado a los capitales extranjeros a migrar a otros países para disminuir costos de producción y lograr competir en el mercado global.
Tambiéncomenté tres etapas de la inserción laboral de la mujer en la industria maquiladora; dichas etapas coinciden con lo que algunos teóricos llaman las generaciones de empresas maquiladoras que dan cuenta de la evolución del modelo maquilador gracias a diversos cambios e implementaciones que se dan en los procesos productivos que se llevan a cabo al interior de las empresas. Según Jorge Carrillo, “se distinguen cuatro tipos de cambios: en el proceso, en el producto, en las funciones y entre los sectores” (Carrillo, 2009: 85).
Esta tipología está directamente relacionada con la trayectoria evolutiva de las empresas durante las cuatro décadas de instauración y escalamiento industrial del modelo maquilador en la frontera norte de México (desde los sesenta a la actualidad). Carrillo resume dicha trayectoria de la siguiente forma cualitativa:
El primer gran salto tecnológico, organizacional y laboral fue pasar del ensamble a la manufactura, y el segundo fue pasar al diseño y la investigación. Ahora se trata de un nuevo salto: la concentración intra e inter-empresa, es decir, la creación de minirréplicas de casas matrices en países del primer mundo hacia países de menor desarrollo. (Carrillo, 2009: 92)
En términos históricos, las cuatro generaciones del modelo maquilador se dividen de la siguiente manera: La primera generación inicia con el PIF y predomina hasta los años ochenta (1965-1985); esta generación se caracteriza por realizar labores de ensamble simple en empresas de ropa, electrónicas y de servicios. La segunda generación de empresas, sobre todo de la rama automotriz y electrónica, están enfocadas a reducir desperdicios (lean production) mediante la incorporación de controles de calidad desde el diseño del producto; esta generación también cuenta con 20 años de experiencia y su auge se da con la firma del TLC (1985-2006). La tercera generación consiste principalmente en incentivar en un nivel local actividades de innovación y desarrollo, sobre todo en las plantas automotrices o en ramas electrónicas y aeroespaciales; sin embargo, esta generación, que surge en 1995 y forma parte de las políticas de desarrollo tecnológico del país, no ha podido desarrollarse completamente. Finalmente, al cuarta generación que dio inicio en el año 2000 está en etapa de gestación y consiste, principalmente, en la conformación y establecimiento de sedes regionales (“regiones globales”) que se encarguen de coordinar actividades de manufactura, investigación, compras y servicios, con la intención de descentralizar las actividades de las casas matrices y centralizar dichas actividades en los corporativos regionales (Carrillo, 2009: 86-94).
Ahora bien, una vez expuesto de forma somera cuatro décadas del modelo maquilador en la región fronteriza, me interesa analizar cómo repercute la industrialización de la frontera en la comunidad que la habita. Considero que se pueden establecer diversos ámbitos de injerencia directa entre el modelo maquilador y las transformaciones culturales de la zona que transitan entre acepciones negativas y positivas que repercuten directamente en el desarrollo individual y colectivo de los sujetos fronterizos.
Redefinición de las identidades sociopolíticas
La redefinición de las identidades sociopolíticas a las que me refiero está directamente relacionada con la generación de empleo en la región fronteriza. Situación que obviamente está supeditada a una curva de aprendizaje laboral-cultural en la que incurren los trabajadores de la maquila; es decir, en un hipotético ideal, el obrero debería de transitar de la explotación al empoderamiento y profesionalización. Sin embargo, debido a factores externos: económicos (desaceleración), políticos (ausencia de un estado de derecho), laborales (sindicatos laxos), y sociales (violencia), esta curva pareciera que no encuentra una estabilidad e incluso en la última década se han perdido muchos empleos en la zona fronteriza y se empieza a relocalizar la industria maquiladora en zonas no fronterizas (Puebla, Aguascalientes, Jalisco, Yucatán), lo cual se traduce en desfavorables condiciones de vida para los habitantes de las zonas fronterizas.[10]
Los cambios en la identidad sociopolítica que observo están divididos en cuatro fenómenos que, desde mi perspectiva, presentan una continuidad causal entre uno y otro, provocada por factores económicos y políticos prevalecientes en la región fronteriza. Fenómenos que son concientizados de forma individual en gran medida gracias a la intervención de redes sociales y/o colectivos nacionales e internacionales: explotación del trabajador maquilador; resignificación de la identidad del trabajador mediante el reconocimiento y desarrollo profesional; empoderamiento del trabajador a través del establecimiento de redes transnacionales; recrudecimiento de las condiciones de vida en la región fronteriza.
La explotación a la que se enfrentan los y las trabajadores/as de la maquila está relacionada directamente con bajos salarios, ausencia de prestaciones laborales, subcontratación laboral (outsorcing), contratos temporales, jornadas extenuantes de trabajo, condiciones laborales desfavorables (acoso sexual, discriminación, violencia, problemas de salud relacionados con el empleo, falta de capacitación), negligencia y corrupción de los gobiernos locales y sindicatos subordinados a las empresas.[11]
En diferentes textos aludo a la vulnerabilidad e indefensión del empleado de la industria maquiladora que denomino subcultura de la maquila, donde la obrera, sujeto desechable,[12] se ve inmersa en un proceso de transformación identitaria que se traduce en una identidad laboral flexible, debido, principalmente, a la falta de profesionalización de los empleados y empleadores, a la rotación de personal de la industria maquiladora, al desempleo, y, sobre todo, a la precarización del trabajo como se puede observar en el testimonio de “Tamara”, trabajadora de la industria maquiladora en Tijuana:
Cuando te dan un contrato es para ensamblar y a veces te mandan hasta a lavar los baños, te mandan a barrer, te mandan a sacudir, o por ejemplo, la gente que trabajó en Panasonic la sacaron afuera, yo lo veía mal. Ahora lo estoy aceptando, pero por mi edad, porque batallé mucho para acomodarme en una fábrica. Ahorita yo, pues me dicen —ponte a barrer— ¡Ay Dios mío! Pues ni modo, me tengo que poner a barrer, no tengo de otra, si yo tuviera 16 o 17 años, les contestaba: —¿Por qué me voy a poner a barrer?—. Pero muchas veces uno se ve en la situación que está la persona y pues aunque conozca mis derechos, aunque yo sepa que es ilegal tengo que hacerlo, así muchas personas. En la maquiladora estamos muchas madres solteras que la necesidad nos hace aceptar todas las cosas, aunque no estén bien. (Solís, 2009: 204)
La identidad laboral flexible es un término desarrollado por diferentes teóricos desde el ámbito de la sociología del trabajo que se dedican a investigar empíricamente la cultura del trabajo para diferenciarla de la cultura obrera en el modelo maquilador de la frontera. De acuerdo a Guadarrama, la cultura del trabajo consiste en la apropiación de las condiciones técnicas y sociales de las actividades laborales y la relación que existe entre éstas y las actividades sociales y familiares; mientras que la cultura obrera se limita al ámbito meramente industrial y no existe una transferencia laboral-social:
La diferencia entre cultura obrera y cultura del trabajo, estaba en que esta última incorporaba de manera más contundente el elemento material determinante de la identidad obrera. En otras palabras, las culturas del trabajo implicaban la adaptación de los individuos a las condiciones técnicas y sociales del trabajo y los efectos de este proceso en el contorno sindical y político inmediato, así como en su vida social extrafabril. (Guadarrama, 1995: 21)
Sin embargo, Marlene Solís, quien realiza un trabajo significativo sobre la transformación de las identidades de los trabajadores de la maquila en un texto titulado Trabajar y vivir en la frontera. Identidades laborales en las maquiladoras de Tijuana (2009), afirma que los proceso de conformación de las identidades obreras “implican una dimensión colectiva y una memoria histórica que no está presente de manera definitiva en los mundos de trabajo de las maquiladoras, al contrario, éstos parecieran definirse por su fluidez y diversidad” (Solís, 2009: 26). [13]
La dimensión colectiva a la que se refiere Solís está directamente relacionada con la construcción simbólica del proceso de formación identitaria de la comunidad chicana. En este sentido, es posible apreciar que los sujetos migrantes incurren en los mismos procesos de conformación identitaria pero desde diversos ámbitos de participación social: la comunidad chicana o mexicoamericana lo hace desde lo político, la comunidad fronteriza desde lo laboral. Ambas logran consolidar una posición frente al otro y cuestionar el orden institucional, como menciona Valenzuela: “estamos ante un campo de disputa, donde los grupos heréticos cuestionan el universo simbólico y, con él, el orden institucional” (Valenzuela, 1998: 346).
En este sentido, es posible aludir al segundo fenómeno que me interesa analizar en función de la relación modelo maquilador-cultura fronteriza, el cual se refiere a la resignificación de la identidad del trabajador mediante el reconocimiento y desarrollo profesional. Este fenómeno es posible, en parte, debido al cambio cualitativo que menciona Carrillo a lo largo de las cuatro décadas del modelo maquilador en la región fronteriza que implica un cambio en la profesionalización del trabajador al momento que las maquiladoras dejan de solamente ensamblar y empiezan a maquilar e incluso a diseñar productos:
—Conozco cuatro áreas, yo puedo inspeccionar el cable, ver si está bien y puedo ir a probar el cable en una prueba que se llama de terminación de luz o de prueba de corriente para saber si el cable está bien para ser ensamblado. Esta semana es mi última para trabajar en esa área, me cambiaron a almacén. Es mejor porque ganas mucho más y tienes más facilidades de préstamo. (Solís, 2009: 171)
Por otro lado, también es posible esta resignificación cuando los trabajadores de la maquila se dan cuenta del valor que tienen dentro de los procesos productivos en función del capital humano que representan para la industria maquiladora, como se puede apreciar en el siguiente testimonio de una trabajadora que compara las condiciones laborales entre dos empresas (Samsung e Industrias Fronterizas):
[En Samsung] Había como un progreso, era diferente, porque el ambiente era diferente, Industrias Fronterizas tenía deplorables condiciones para trabajar y allí estaba todo elegante, con aire acondicionado, era diferente y te estimulaban, claro que para su conveniencia: que con un vasito por tu cumpleaños, con una bolsita —de esas corrientitas de telita— porque sacaste la producción, que un paseo. En Industrias Fronterizas no había paseo, no había estimulación de nada, aquí sabías que si trabajabas tiempo extra nunca te faltaba tu dinero, sabías que si habías trabajado tres horas, tres horas te pagaban, y en la otra era un problema que si habías trabajado tiempo extra, se les olvidaba. (Solís, 2009:206)
En los testimonios seleccionados hasta ahora es posible observar tanto el aspecto de la identidad laboral flexible como la resignificación de la identidad de los trabajadores de la maquila en un nivel de subjetivación que le permite al trabajador de la maquila articular lo laboral con lo social y/o familiar, descartando la premisa de Guadarrama en función de la cultura obrera.[14] En ambos fenómenos la identidad laboral está directamente relacionada con aspectos demográficos (edad, etnia, género, grado de escolaridad, lugar de origen), como se observa entre la feminización del mercado laboral, a la que alude María Eugenia de la O, y el cambio de rol social de la mujer en la región fronteriza. Sin embargo, hasta ahora sólo me he referido a fenómenos individuales, ¿qué pasa con las identidades colectivas? ¿Es posible hablar de la resignificación de las identidades colectivas en función del desarrollo regional?
Desde mi perspectiva creo que falta mucho trabajo por hacer en función de la identidad colectiva, no solo en la frontera, sino también en el resto del país, pues finalmente lo que provoca el mercado global es un exceso de competitividad que se contrapone con la idea de comunidad. Por ejemplo, en los años de auge de la industria maquiladora el trabajador sabía que si los empleadores no cumplían con sus promesas laborales, éste podía fácilmente cambiarse de trabajo debido a la oferta que existía y, por lo tanto, no luchaba por sus derechos laborales ni establecía redes sociales que le permitiera ganar fuerza como colectivo frente a los empresarios. Sin embargo, esta situación cambia con el tiempo debido a un aumento de la demanda laboral (provocada por la migración masiva de los últimos años) y por una desaceleración de la economía estadounidense que, como ya se mencionó, obliga a los empresarios a emigrar a otros países para abaratar costos; lo que provoca, nuevamente, un mayor grado de vulnerabilidad de los trabajadores pues los sindicatos no velan por sus derechos ni los trabajadores cuentan con una cultura de la denuncia.[15]
Afortunadamente, en los años noventa aparecen colectivos y organizaciones no gubernamentales (ONG) que ofrecen asesoría legal a los trabajadores, capacitación y otros servicios que están ligados con la denuncia de la violencia intrafamiliar. Por citar sólo algunos colectivos, en Tijuana surge el Centro de Información de Trabajadores y Trabajadoras de Acción Comunitaria (CITTAC), y la organización Casa de la Mujer Factor X, que después se convirtió en el Colectivo Feminista Binacional de Tijuana; así como algunas ONG: Centro de Investigación y Estudios Migratorios (CIEM) y el Centro Binacional de Derechos Humanos (CBDH). Aunado a otras formas de organización colectiva como coaliciones o redes: Coalición de Mujeres de Baja California y la Coalición Pro Defensa del Migrante.
La diferencias entre una ONG, un colectivo, una coalición o una red han sido estudiada por diferentes teóricos como Quintero, De la O y Avendaño. Este último afirma que “la red es una agrupación temporal de organizaciones que constituyen un foro de discusión e intercambio de información y prácticas, mientras que la coalición es un modo de organización más formal en la que los agrupamientos adquieren mayores compromisos ante la entidad que los representa” (De la O, 2009: 275). Por su parte, las ONG, por lo menos las que están presentes en Baja California, “han pasado de ser grupos con objetivos asistenciales a ser grupos que ejercen su influencia en la opinión pública, en los organismos gubernamentales y en grupos similares del área de California” (De la O, 2009: 276).
Muchos de estos organismos y colectividades encuentran eco en otros organismos internacionales, principalmente los que se encuentran en los estados de la frontera sur de Estados Unidos, sobre todo en California, como One Stop Inmigration and Educational Center, La Organización Binacional de Organizaciones hispanas en California, la Asesoría Legal Rural de Estados Unidos, Woman Working World Wide, entre otros. La relación que se establece entre los organismos nacionales e internacionales da pie a lo que Margaret E. Keck y Kathryn Sikkink define como redes transnacionales de defensa, las cuales fueron creadas para conformar vínculos entre la sociedad civil, los Estados y las organizaciones ya mencionadas:
Las redes transnacionales de defensa constituyen espacios políticos en los que los activistas comparten posiciones distintas y negocian el significado social, cultural y político de una meta conjunta. Las organizaciones no gubernamentales desempeñan un papel central en la mayoría de estas redes, ya que son las que inician acciones de presión mediante información y servicios de apoyo a movimientos específicos. (De la O, 2009: 271)
A manera de ejemplo de la fuerza social y política que pueden lograr estas rede transnacionales de defensa, María Eugenia De la O, en un texto titulado “Trabajo, género y organización laboral: El sentido de lo local y lo transnacional en las maquiladoras de México”, expone dos conflictos laborales (el de la maquiladora textil Kukdong de Puebla y el de la planta electrónica Hitachi de Jalisco) que se dan a raíz de la falta de interés por parte de las empresas para resolver los problemas que están ligados directamente con el desempeño de las trabajadoras de la maquila (acoso sexual, violencia, menores salarios, discriminación, entro otros). Conflictos que toman un giro significativo pues al no ser escuchadas ni por sus sindicatos ni por los empleadores, las trabajadoras buscan otras formas de representación política que las ayudan a solucionar y/o a mejorar sus condiciones laborales. La resolución de estos conflictos difiere en los resultados, en el caso de la maquiladora Kukdong las trabajadoras lograron sus objetivos, mientras que en la planta de Hitachi no fue así, debido, en parte, a la consolidación de las redes transnacionales. No me detendré en al análisis de cada uno de estos, sólo quiero hacer énfasis en la siguiente reflexión:
En ambos casos estos conflictos dieron visibilidad a las mujeres como trabajadoras sujetas de derechos laborales. Además, pusieron de manifiesto la ambigüedad de la política laboral del Estado mexicano, las prácticas corporativistas sindicales y el control de los empresarios sobre los trabajadores, como un conjunto de factores que impulsaron a las obreras a organizarse y asegurar el bienestar de sus familias y comunidades. Este hecho amplió el campo de acción de los grupos y redes de defensa transnacional y nacional en materia laboral. (De la O, 2009: 270)
Como se puede apreciar, la conformación de redes sociales o laborales transnacionales le dan visibilidad a problemas e injusticias laborales que enfrentan los y las trabajadores de la maquila, así como representación política al exterior y representación simbólica al interior de sus comunidades, ya que enfatizan la necesidad de organizarse en diferentes colectivos y/o movimientos sociales para lograr contundencia. Sin embargo, parece ser que todavía no están bien tejidas estas redes pues algunas de ellas “se ven obstaculizadas por el ejercicio de compartir una estructura de oportunidades políticas desde diferentes perspectivas y contexto de cultura política” (De la O, 2009: 279).
¿Qué falta por hacer para lograr el bien común de la sociedad que habita la frontera, específicamente de los obreros o técnicos de la maquila? Como mencioné anteriormente, en un hipotético ideal de la curva de aprendizaje y de la subjetivación de las dinámicas laborales y sociales en las que incurren los y las trabajadores de la maquila, después de cuarenta años de la instauración del modelo maquilador en la frontera, deberíamos de estar hablando de un punto de estabilidad e incluso de crecimiento profesional y personal que les permitiera contar con calidad de vida: mejores condiciones laborales, recibir mayores ingresos, estar mejor capacitados, participar activamente en la sociedad, entre otras. Situación que está muy lejos de ser así, no sólo porque el desempleo va en aumento, y con ello la pobreza, sino también porque la cultura de la violencia (mediática, electoral) y la violencia como tal (feminicidios, narcotráfico) ha ganado terreno a pasos agigantados.
Encuentro tres situaciones en las que no se ha trabajo para solucionar estas problemáticas. La primera la comenté desde el principio, el hecho de que no se haya favorecido la producción de materias primas nacionales ni el mercado interno (muchas de las personas que habitan la frontera gastan su dinero en Estados Unidos, tanto en bienes de consumo como en servicios) contribuyó a una pauperización y explotación no solo de la gente sino también de los recursos naturales. No quisiera pensar que es demasiado tarde para activar el mercado interno de la región fronteriza (y del país en general), pero desafortunadamente el panorama no es alentador sobre todo si esta zona está cooptada por la violencia institucionalizada. Obviamente esta situación está ligada con la segunda, a pesar de los pocos incentivos económicos y políticos (desafortunadamente mal focalizados) que el gobierno federal y local ha implementado para recuperar la región fronteriza, nos enfrentamos con el problema de los bajos niveles de educación de los obreros, un tanto provocados por las mismas políticas laborales y otro tanto por las carencias de la población, que impiden nuevamente pensar en lo que Carrillo define la cuarta generación de las empresas maquiladoras. Para ello tendríamos que estar invirtiendo en programas educativos e industriales que incentiven la innovación y el desarrollo, y no en solucionar problemas de rezago y pobreza social. Finalmente, la crítica más fuerte sigue siendo el centralismo de las políticas públicas que se olvidan de los estados fronterizos (tanto del sur como del norte del país); situación que parece tampoco va a cambiar mientras el presidente en turno siga empecinado de ganar una batalla que no se combate con más violencia sino con mejores condiciones de vida para la población fronteriza.
A manera de conclusión
Antes de iniciar la redacción de este texto estaba convencida que para lograr cambios sustanciales en el estado de derecho mexicano se necesitaba voluntad política. Ahora lo entiendo mejor y considero que no es por medio de la voluntad política pues ésta nunca la concientizarán nuestros políticos si como sociedad permitimos que se siga perpetuando la corrupción en todos los niveles sociales y políticos. Considero que el cambio se está dando a cuenta gotas y por diferentes procesos inconscientes como son precisamente la transformaciones culturales y la redefinición de identidades. Quizá es demasiado pronto para afirmar que la apertura simbólica que trae consigo la migración será el detonante que permita deconstruir los discursos hegemónicos (cualquiera que éstos sean) con la intención de erradicar las perversiones de los sistemas políticos, incluidas las leyes antiinmigrantes. De lo que sí estoy convencida es que en la cultura fronteriza se gestan una infinidad de manifestaciones simbólicas que reafirman la teoría, representan a las sociedades y algunas veces fungen como oráculos.
Lo que puedo concluir después de analizar cada comunidad en función de los flujos migratorios y la fuerza laboral es que evidentemente existe mayor participación individual y colectiva tanto en la toma de decisiones sociales y políticas que afectan a cada comunidad, como en la elaboración de propuestas legales que velen por los derechos de los migrantes. Es claro que la comunidad mixteca ha logrado grandes avances sociales, políticos y legales, a diferencia de lo que se observa en la comunidad fronteriza, debido, principalmente, al funcionamiento del sistema jurídico estadounidense; así como a la consolidación de su organización política en el éxodo. Esto se debe, en primera instancia, a que la impartición de leyes en Estados Unidos no está cooptada por la corrupción ni en manos de un partido político, como sucede en México. En segunda instancia, los mixtecos pertenecen y representan a una comunidad ancestral con tradiciones y costumbres, incluso lenguas, diferentes a las mexicanas, ellos han tenido que aprender a defenderse y a luchar por sus derechos mucho antes de que fueran migrantes y han encontrado eco a sus demandas en un sistema de gobierno diferente, aunque no por ello se debe afirmar que el proceso de conformación como cultura transnacional ha sido fácil.
Referencias:
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[1] Hago hincapié en el título sobre fuerza labor-al, e incluso utilizo esta formulación lingüística, en lugar de referirme a la fuerza de trabajo, tomando en consideración la distinción que hace Hanna Arendt entre labor-laborar-trabajar en La condición humana, donde afirma que labor se asocia con experiencias corporales incómodas para producir bienes de consumo; laborar y consumir son propios de un ciclo biológico; mientras que trabajar está asociado con fabricar objetos de uso. El dilema que planteo radica en entender el papel de los/las trabajadores/as (homo faber) en esta cadena productiva salvaguardando las implicaciones políticas de su acción colectiva.
[2] Obviamente tendríamos que discutir lo que el término de ciudadanía implica. A raíz de las transformaciones culturales y redefiniciones identitarias, diversos teóricos se han dado a la tarea de definir la ciudadanía en función de la participación política, social y laboral de los migrantes, en lugar de la pertenencia a un Estado-nación. De tal suerte, se puede hablar de ciudadanía política, ciudadanía comunitaria, ciudadanía social, ciudadanía sexuada, entre otro términos.
[3] Los estudios de zonas fronterizas son relativamente recientes en diversos países de Europa. De acuerdo a uno de sus investigadores, las zonas fronterizas se definen como “territorios socialmente construidos que muestran muchas de las características propias de los sistemas de gobiernos independientes” (Koff, 2008: 119). Es decir, las regiones fronterizas muestran un grado de autonomía y separación de los actores políticos centrales, como se puede apreciar en el caso de la frontera norte de México, que ha permanecido en el abandono de las políticas públicas federales. Algunos de las investigaciones que se han realizado hasta ahora consisten en estudiar instituciones políticas transfronterizas, expansión de mercados transfronterizos, comunidades fronterizas, movilidad social transfronteriza, entre otros. Mi propuesta consisten en estudiar cómo la movilidad de los sujetos migrantes impacta directamente en la cultura y en las comunidades.
[4] El periódico El Universal de circulación nacional ha hecho una importante labor de cobertura de diversos temas relacionados con los migrantes y con la comunidad mexicana en Estados Unidos, véase por ejemplo: “Ley antiinmigrantes en Estados Unidos”. http://www.eluniversal.com.mx/coberturas/cobertura7.html (fecha de consulta: 26 de octubre de 2011).
[5] Es precisamente en Phoenix en donde surge la operación “Rápido y Furioso” (Fast and Furious) encabezada, supuestamente, por la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF) de Estados Unidos, que desde 2009 se encargó de liberar “1,998 armas [en territorio mexicano] de las cuales 233 fueron adquiridas por sospechosos y 797 fueron recuperadas. A la fecha más de 1,500 artefactos han sido compradas desde entonces con un valor que sobrepasa el millón de dólares”. El objetivo de este operativo consistió en introducir armas a México a manera de “señuelo” con la intención de desmantelar las células del crimen organizado y el narcotráfico. Sin embargo, de acuerdo al agente John Dodson, desde el inicio de la operación “no ha pasado nada, estamos monitoreando a los mismos compradores, comprando las mismas armas a los mismos vendedores, con igual tasa de crecimiento pero no estamos deteniendo a ninguno de ellos” (Langer, 2011, http://eleconomista.com.mx/sociedad/2011/03/06/rapido-furioso-afecta-relaciones). De acuerdo a Juan Manuel Sandoval, “Esta franja fronteriza [Sun Belt] ha devenido en la principal región industrializada de ese país, lo cual la convierte, junto con la franja fronteriza norte de México, en un área geoestratégica de primera importancia para el proyecto estadounidense de integración económica regional, comenzando por sus dos vecinos inmediatos, Canadá y México” (Sandoval, 2005: 120).
[6] Véase por ejemplo los trabajos realizados por Julio Morales, Federico Besserer, Michael Kearney, Jonathan Fox, Gaspar Rivera Salgado, Rocío Gil, Lynn Stephen, Yerko Castro, entre muchos otros que han estudiado la migración transnacional de las comunidades indígenas hacia Estados Unidos.
[7] En el caso específico de este análisis utilizaré el trabajo de campo realizado por Yerko Castro, quien más allá de analizar las condiciones laborales a las que se enfrentan los migrantes oaxaqueños en los campos agrícolas californianos, traza una línea entre la sociedad indígena, la concepción e impartición de justicia (que casi siempre es diametralmente opuesta) y el Estado-nación al que se enfrentan, en el libro titulado En la orilla de la justicia. Migración y justicia en los márgenes del Estado (2009).
[8] De acuerdo a un reportaje por el New York Times, también intervienen otros factores positivos que están frenando la migración como mayor inversión en infraestructura, educación e industria agrícola en ciertas regiones del país, como Jalisco: “Still, education represents the most meaningful change. The census shows that throughout Jalisco, the number of senior high schools or preparatory schools for students aged 15 to 18 increased to 724 in 2009, from 360 in 2000, far outpacing population growth. The Technological Institute of Arandas, where Angel studies engineering, is now one of 13 science campuses created in Jalisco since 2000 — a major reason professionals in the state, with a bachelor’s degree or higher, also more than doubled to 821,983 in 2010, up from 405,415 in 2000.” (http://www.nytimes.com/interactive/2011/07/06/world/americas/immigration.html?smid=fb-nytimes&WT.mc_id=HL-SM-E-FB-SM-LIN-FML-070611-NYT-NA&WT.mc_ev=click)
[9] Las empresas estadounidense que invirtieron en la región fronteriza durante varias décadas utilizaron el Programa Shelter que consistía en que las maquiladoras realizaban el ensamble, mientras que la matriz era dueña de la tecnología y responsable del proceso de trabajo y de la calidad del producto. Posteriormente se empiezan a descentralizar estas actividades como se verá más adelante.
[10] De acuerdo al estudio realizado por Gabriela Grijalva y Mercedes Zúñiga en función de la restructuración ocupacional de la frontera, desde 1990 la oferta de empleo en la frontera sufre un desaceleración parcial que se recrudece entre 2000 y 2005, comparado con lo que sucede en zonas no fronterizas: “el descenso del empleo observado entre 2000 y 2005 fue relativamente menor en las entidades no fronterizas, en donde en total se perdieron cerca de 20 mil empleos, mientras que el balance en la frontera norte fue de 104 mil empleos netos menos”. (Grijalva/Zúñiga, 2009: 231)
[11] Cada uno de estos factores se han estudiado por diversos teóricos. Véase, por ejemplo, el libro titulado Cuatro décadas del modelo maquilador en el norte de México, coordinado por María del Rosio Barajas, Gabriela Grijalba, Blanca Lara, Loreina Velázques, Liz Ileana Rodríguez y Mercedes Zúñiga. Editado por el Colegio de Sonora y por el Colegio de la Frontera Norte (2009). Este texto además de mostrar cualitativa y cuantitativamente el modelo maquilador incluye posturas teóricas oportunas, veraces y críticas de la industrialización de la región fronteriza.
[12] “La comunidad transfronteriza: la subcultura del reciclaje y la reconfiguración social de la mujer en el norte de México”, publicado en 2011; “Cultura e identidad migratoria en la frontera México-Estados Unidos. Inmediaciones entre la comunidad mexicoamericana y la comunidad transfronteriza”, publicado en 2010; “Flujos migratorios y fuerza labor-al: Transformación cultural y redefinición de las identidades en la frontera México-Estados Unidos”, en prensa.
[13] En el texto mencionado anteriormente, Guadarrama también menciona la importancia de recurrir a otras metodologías, como las biografías, para estudiar los procesos de formación de identidades laborales: “El enfoque de las identidades socioprofesionales y laborales en general se ha convertido en un campo bien asentado en los estudios laborales, en íntima relación con otros campos, como los relativos a la formación profesional, que toca aspectos de las teorías del conocimiento y el aprendizaje, y los métodos biográficos como instrumentos para analizar los aspectos subjetivos del trabajo (Guadarrama, 2010: 227)
[14] Casi uma década después, Guadarrama afirma en un texto titulado: “Cultura, identidad y trabajo. Recuentos, desencuentros y nueva síntesis” que la visión de los años ochenta sobre la cultura obrera resultaba insuficiente para entender la cultura laboral global: “el concepto de cultura obrera se vio desbordado por una realidad que planteaba una pluralidad de actores y espacios laborales, por nuevas formas de relaciones sociales en los que la empresa y su cultura tenían una presencia destacada en el discurso gerencial y por la feminización de la fuerza de trabajo que obligaba a repensar la relación entre producción y reproducción”. (Guadarrama, 2010: 214)
[15] Cirila Quintero ha publicado diferentes textos sobre la participación de los sindicatos en el modelo maquilador y afirma que en el “sindicalismo tradicional podían distinguirse dos vertientes: una, los sindicatos que seguían privilegiando los aumentos salariales y mejores condiciones laborales como el motor central de su política […]. La otra vertiente sería la de los sindicatos que conservado el contrato colectivo como garante de condiciones salariales y laborales mínimas […]”. Estos últimos, sindicatos subordinados o sindicato supeditado a la empresa, a su vez se dividen en dos: los que mantienen un contrato colectivo con mínimas condiciones favorables de trabajo y los que existen para el patrón. Quintero también menciona el auge de sindicatos flexibles, “nacidos ex profeso para responder a las necesidades de las maquiladoras, y legalizados, a pesar de las irregularidades laborales por la Junta Local de Conciliación y Arbitraje (Quintero, 2009: 328-329).