Por Claudia Guerra*
Como buena filósofa que es, con sus textos, Roxana Rodríguez Ortiz siempre me ha obligado a hacerme preguntas a las que muchas veces no encuentro respuesta. Con su nuevo libro, Filosofía orientada a la frontera. El «entre» de lo real y lo ficcional (2025), editado por Gedisa Mexicana, el cuestionamiento empieza desde que escribo el título.
El “entre”, como ella lo señala, está entre comillas francesas. Ya empieza un primer reto: no se trata solo de repensar la preposición, que en mi mente es un puente que conecta dos palabras. No, me tengo que ir a lo más elemental: no tengo las comillas francesas en mi teclado de español latinoamericano. ¿Dónde están? Yo sé que existen, pero ¿cómo las hago visibles?
Y estas primeras preguntas me conectan con el texto de Roxana. Quiere que me concentre en lo que está en medio, en la frontera entre una palabra y otra. El entre como sustantivo. Tanto así que utiliza un signo de puntuación común en la academia para las citas textuales, pero extraño en el lenguaje cotidiano. Tanto así que hay que indagar para encontrarlo en el teclado latinoamericano.
Roxana quiere remarcar hasta con la tipografía el carácter especial de lo que no está en un lado ni en otro, de lo que está en medio y es plástico, movible, de lo otro. Y ahí empiezo a encontrar una primera interpretación de su propuesta. ¿Qué es el entre? Porque para Roxana, como dice en la introducción de su libro: “el entre ya no es solamente una preposición”.
Derridiana confesa que es, hace lo que tiene que hacer: descomponer el entre para sacarlo de los límites. Me está diciendo que la frontera es un entre y que la frontera es en sí misma, sin que por ella tengan que pasar las personas, rompiendo de tajo con la idea kantiana que pone al centro al humano.
En la filosofía de la frontera que desarrolla en este texto nos dice que, independientemente de las personas que cruzamos las fronteras, están los puentes, la lata de coca cola, las rocas, los seres vivos que las habitan. Hace a un lado la mirada antropocéntrica para darle su lugar a los objetos como seres de frontera, no como meros escenarios. Por lo tanto, la hoja, el papel, la flor, la piedra, el jardín, no necesitan de mi existencia.
“El entre no es un concepto ni positivo ni negativo: a veces tampoco es un concepto; puede también ser un acto, el acto de cruzar, de ser cruzado o de la imposibilidad de cruzar, lo mismo que una experiencia de pasar o no pasar, de venir, de llegar, de esperar”, escribe Roxana.
Y enfatizo algo más que, creo, es el centro del mensaje de su propuesta filosófica: un entrelazamiento entre lo real y lo ficcional que invita a repensar y ensanchar el concepto de frontera. Además de existir por sí mismos, no son entes inertes ni fijos, sino objetos plásticos, movibles, ficcionales, que no siguen reglas fijas o establecidas por los seres humanos.
Y lo ficcional, lo plástico, lo movible, lo expande a la escritura filosófica. Propone la filosofía ficcional como género de escritura para romper con la caja cuadrada académica y dar cuenta de las categorías del sentir-pensar. “Una escritura”, nos dice, “donde el ser (humano) se escinde a sí mismo y da un paso al acontecimiento del nos-otras”.
Aunque Roxana no hace metafísica, ni mucho menos, me doy cuenta de que su pensamiento filosófico,que apuesta por el sentir, por alejarse del humano como centro de la existencia, por ver los objetos como seres en sí mismos, por observar las fronteras físicas, pero también las internas, me invita a alejarme de lo previsto, lo establecido, la objetividad, la razón, la ciencia, lo que sea que sea la verdad. Hace un llamado a dejarme llevar por el entre: el fluir de mi sentir y mi pensar para navegar por la plasticidad, la variación, la autenticidad y no lo que se espera que sea la existencia.
- Claudia Guerra es periodista, editora y creadora de contenido. También la responsable del cuidado de la edición de este libro.
