Por Sonny Mariel Sandoval Hernández*
Rechazo algunos de los modos de esa cultura mía, cómo lisia a sus mujeres, como burras, usando nuestra fortaleza contra nosotras, insignificantes burras que soportamos la subordinación con dignidad. La aptitud para servir, defienden los machos, es nuestra virtud más elevada.
Gloria Anzaldúa
De acuerdo con Stefan Gandler, la Teoría Crítica consiste en aplicar una radicalidad conceptual, así como escarbar hasta lo más subterráneo de las contradicciones sociales que habían dado apertura al nacionalsocialismo y a la destrucción de judíos y gitanos europeos (Gandler, 2013, s/n).
Partiendo de aquella radicalidad, hoy en día, ¿se puede aplicar la radicalidad conceptual sobre alguna contradicción social?, ¿cuál sería dicha contradicción?, ¿quiénes aplican la contradicción social?, y sobre todo, ¿hay alguna contradicción social contemporánea que implique la destrucción de la humanidad? Para atender a las interrogantes, pensemos en la antesala que da paso a la destrucción sí de la humanidad, pero particularmente la destrucción de las mujeres.
La antesala es sigilosa, pero al mismo tiempo voraz; y es ahí que se suscita la contracción del fenómeno social, cultural, económico, político y religioso de la opresión sexual en contra de las mujeres ejercida por el patriarcado. De modo que lo voraz de la opresión sexual radica en la inmediatez y compra-venta de las cuerpas de las mujeres, niñas, adolescentes y niños; y su entrada sigilosa versa en la normalización de dicha opresión sexual que implica, por ejemplo, que distintas mujeres por toda la munda defiendan la pornografía y la prostitución como símbolos de la libertad de sus deseos sexuales. ¡Poner a las mujeres una en contra de la otra, qué mejor estrategia sigilosa, voraz y contradictoria del patriarcado! .
De lo anterior, no sólo lo sigiloso y lo voraz se ha dado paulatinamente al tiempo que escribo esta reflexión; sino que se ha incrustado en la lógica de la normalización de lo anormal desde que “Zeus castigó a los seres humanos por querer ser como los dioses y, entonces, el castigo, por alguna razón, condenó a las mujeres a ser seres incompletas, dependientes, desalmadas y pobrecitas donde día a día –con la carga de su cruz parroquial– busquen desesperadamente y anhelen a su media naranja o príncipe azul como aquel ser completo, universal e independiente” (Mogrovejo, 2019, s/n).
En este castigo infundido por Zeus (que hace de los humanos seres incompletos, en especial a las mujeres sólo por el hecho de ser mujeres), cabe señalar que la contradicción social del patriarcado, además de aniquilar a las mujeres a través de la perpetración de los feminicidios, la trata de personas, la pornografía, el tráfico de órganos o la prostitución, también las ha aniquilado silenciosamente.
Denunciemos entonces, brevemente, la frontera de la securitización como el resultado del pensamiento legal del “espíritu del patriarcado”, a propósito de lo que Roxana Rodríguez señala en su ensayo “Lo poco que sé de Palestina”, como «zonas de convivencia fronteriza», en el que propone pensar que los campos de reclusión, los agrupamientos informales o los campos abiertos que se encuentran en todo el mundo, son en realidad zonas de deshumanización porque se condena al refugiado, al otro, al extraño o al migrante (Rodríguez, 2017).
Aunado a ello, estudiando las fronteras, los límites o los bordes de la literatura del norte de México y la literatura del sur de Estados Unidos, en “Prácticas autoinmunes de la Política mexicana en materia fronteriza”, Rodríguez plantea que una «frontera de la securitización» responde a zonas fronterizas de deshumanización porque implica la necesidad de resguardar el territorio de los “bárbaros”, “terroristas”, “refugiados” o “migrantes sin papales”, mediante las fortificaciones tecnológicas, cercas, muros, barreras, mallas, sensores de calor o demás recursos que inhiben la intención de cruzar la frontera (Rodríguez, 2020, p. 26).
A modo de ilustración, si nos detenemos a pensar, por ejemplo, sobre la situación de las mujeres de la posguerra, ¿será que su hogar, como un espacio de encierro, privado y distanciado de lo público, fungía como una frontera securitizada y deshumanizada?, ¿se condenó a las mujeres de los años cincuenta a ser ontologías del objeto fetichizado, de lo otro, de lo extraño o del refugio?, ¿a dónde se les condenaba a refugiarse?, ¿el cuerpo de las mujeres, concebido como un cuerpo-objeto, fue y ha sido susceptible de sufrir una frontera de la securitización?, ¿cuáles son las fortificaciones por las cuáles las mujeres y sus cuerpos-objeto-territorio han sido relegados, excluidos e inhibidos a cruzar territorios pactados patriarcalmente?
De la tercera ola del feminismo, como un movimiento de la radicalidad conceptual que escarbó y cepilló a contrapelo las contradicciones del sistema patriarcal —como un sistema de dominación masculina que determina la opresión y subordinación de las mujeres—, se devela que, en efecto, este sistema de dominación y opresión sexual entre los años cincuenta y setenta del pasado siglo hizo de las cuerpas de las mujeres una frontera de la securitización que implicó su cosificación y fetichización como si de aparatos electrodomésticos se tratase.
De la fetichización de la cuerpa-lavadora, cuerpa-refrigerador, cuerpa-trapeador, se sigue sentenciar que el espíritu del patriarcado colonizó una “mística de la feminidad”[1] en el ser siendo de las mujeres que las instruía a conducirse de determinadas maneras. Asimismo, aplicando la radicalidad conceptual de la Teoría Crítica, la de aquella revolución de las feministas radicales, o bien, cepillando a contrapelo las contradicciones sociales contemporáneas del patriarcado, nos daremos cuenta que, en efecto, hay ciertas fronteras de la securitización patriarcales que niegan y condenan a las mujeres haciendo de sus cuerpas una no-área en vías de resguardar el territorio y el espíritu patriarcal.
A modo de conclusiones prematuras, es posible comprender cómo se hace de las mujeres y de sus cuerpas una zona fronteriza de deshumanización y de securitización en función de una analogía relacionada a los sueños.
Hemos escuchado sobre un sueño en declive, el “sueño americano”, en el que las personas provenientes de sur y centroamérica buscan mejores condiciones de vida en la potencia vecina anglosajona. En su tránsito entre fronteras, la securitización consiste en resguardar “el territorio de los sueños” del migrante sin papeles. En este punto, nosotras, las mujeres, también nos encontramos sin papeles e incompletas porque Zeus nos castigó, de modo que buscamos el “sueño del amor romántico” y, por eso, en palabras de Gloria Anzaldúa, somos burras subordinas que queremos pasar la frontera patriarcal para servir a los amos que son los únicos que nos harán sentir plenas y realizadas.
Así es como quizá opera la frontera securitizada de la opresión sexual en contra de las mujeres porque la “necesidad”, la “vitalidad” y la “voracidad” del patriarcado sólo busca que los pactos entre hombres se conserven y sean resguardados del hartazgo que también vorazmente se desata en todas nosotras las burras que rechazamos la cultura nuestra.
Referencias
Gandler, S. (2013). Fragmentos de Frankfurt. Ensayos sobre la Teoría Crítica. Siglo XXI.
Mogrovejo, N. (20 de noviembre de 2019). “Descolonizar y desterritorializar el amor romántico. Una propuesta civilizatoria” en Norma Mogrovejo. https://normamogrovejo.blogspot.com/
Varela, N. (2008). 4. La tercera ola. Del feminismo radical al ciberfeminismo. Feminismo para principiantes. Barcelona: Ediciones B.
Rodríguez, O. (11 de diciembre de 2017). Lo poco que sé de Palestina. Roxana Rodríguez Ortíz. https://roxanarodriguezortiz.com/2017/12/11/lo-poco-que-se-de-palestina/
Rodríguez, O. (2020). “Prácticas autoinmunes de la política mexicana en materia fronteriza” en Tensiones y porosidades. Fronteras que resignifican la vida. UACM.
[1] “La mística de la feminidad afirma que el valor más alto y la única misión de las mujeres es la realización de su propia feminidad. Asegura que esta feminidad es tan misteriosa e intuitiva y tan próxima a la creación y al origen de la vida que la ciencia creada por el hombre tal vez nunca llegue a entenderla […] El error, afirma esta mística, la raíz de los problemas de la mujer en el pasado, estriba en que las mujeres envidiaban a los hombres, intentaban ser iguales que ellos, en vez de aceptar su propia naturaleza, que sólo puede encontrar su totalidad realización en la pasividad sexual, en el sometimiento al hombre y en consagrarse amorosamente a la crianza de los hijos”. (Varela, 2008, p. 78)
* Estudiante de la Licenciatura en Filosofía e Historia de las Ideas de la UACM. “Micro reflexiones a contrapelo…” es el ensayo realizado para certificar el seminario de Teoría Crítica, semestre 2023-2, a cargo de Roxana Rodríguez Ortiz.
