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Fray Tomás, protector de migrantes / Tabasco Hoy

Publicada: 05:06 del 01/12/2013
Tenosique, Tabasco
por: Redacción
Carole Simonnet
AGENCIA REFORMA
Fray Tomás frena bruscamente la marcha de su camioneta blanca a medio camino del tramo de 60 kilómetros que une El Ceibo con Tenosique, en el sureste de Tabasco. Regresa de un viaje relámpago a la frontera con Guatemala, donde atestiguó cómo los coyotes y bandas organizadas cobran cuotas a
los migrantes para burlar el puesto de control fronterizo en lanchas o rodeando un cerro.
A un grupo de hombres y mujeres hondureños con rostros inexpresivos y miradas cansadas que caminan en el borde de la carretera les grita sin más: “Súbanse atrás, los llevo a la casa del migrante”.
Tienen los zapatos gastados y cargan pequeñas mochilas al hombro. Mientras saltan a la caja apretujándose, el coordinador de la casa-Hogar para migrantes “La 72”, Tomás González Castillo, se baja de la camioneta, abre la puerta del asiento trasero y saca su hábito de franciscano que desdobla y viste en un santiamén.
Usa la túnica café característica de la orden de San Francisco de Asís como un escudo humanitario contra la cruda realidad del edén mexicano.
En la estrecha ruta de dos carriles flanqueada por campos verdes, reza para que la prenda aleje los peligros: operativos de los agentes del Instituto Nacional de Migración (INM), los retenes militares, los asaltos, secuestros, violaciones y extorsiones de los cárteles del narcotráfico y sus bandas de pandilleros locales que actúan a veces con la complicidad de las propias autoridades, contra los centroamericanos que entran a Tenosique con la esperanza de tomar el tren de carga conocido como “La Bestia” en dirección a Chiapas y Veracruz.
No tiene escoltas, teléfono inteligente, ni sistema de radiolocalización. Sólo guarda en su viejo celular los números de las comisiones nacional y estatal de Derechos Humanos y de decenas de defensores de migrantes que, en caso necesario, podrían encender la alarma a tuitazos.
Con una mano en el volante y la otra acariciando el cíngulo (cordón) de color blanco, el sacerdote pregunta a un hondureño que va de copiloto por qué camina con muletas. El hombre relata que en marzo pasado su rodilla se quebró cuando resbaló de un tren de carga en las inmediaciones de Nuevo Laredo, a sólo dos horas de alcanzar “el sueño americano”.
Tras escucharlo en silencio, no lo consuela ni le habla de la misericordia de Dios. Le ofrece tramitar una visa humanitaria ante el gobierno mexicano.
Resignación
Fray Tomás es el benjamín de un grupo reducido de hombres de fe que arriesgan su vida día a día por hacer menos sufrido el paso de miles de migrantes clandestinos en México y por denunciar lo que consideran un verdadero “holocausto”.
“Sin duda es una de las ovejas negras recién llegadas”, dice el obispo de Saltillo, Raúl Vera, en alusión al libro del periodista Emiliano Ruiz, Ovejas Negras.
A sus 40 años, no tiene la fama ni el reconocimiento público que las ovejas negras se han ganado a pulso aunque, sin proponérselo, sigue sus pasos: el pasado 25 de septiembre recibió el primer Premio Franco-Alemán de Derechos Humanos “Gilberto Bosques”, otorgado por las embajadas de ambos países en México.
En los 3 años y medio que lleva en Tenosique ha acumulado un triste historial de hostigamiento y acoso: ha sido retenido por militares, denunciado penalmente en cinco ocasiones -tres de ellas por el propio INM, por los delitos de obstrucción de la autoridad y difamación- y amenazado de muerte. Historial que él acepta con resignación: “estamos para servir”.
En julio de 2010, cuando sus superiores le pidieron abandonar su cargo de formador de franciscanos en Izamal -un pueblo mágico de Yucatán- para atender a los migrantes en la Parroquia de Cristo Crucificado, en el centro de esta ciudad tabasqueña, sus compañeros bromearon diciendo que lo mandaban de Disneylandia a Irak.
Con 59 mil habitantes, esta Bagdad tabasqueña limita con el río Usumacinta, al sur y al este con Guatemala y al oeste con Chiapas.
Cuando Fray Tomás llegó aún gobernaba el priista Andrés Granier -hoy detenido por desvío de recursos-, y la guerra contra el narcotráfico declarada por Felipe Calderón hizo que el fraile encontrara una emergencia humanitaria que todas las autoridades, federales y locales, callaban.
“La 72”
Fray Tomás, protector de migrantes
Enfrenta amenazas y acoso por atender a víctimas del “holocausto migratorio” en la frontera.
Aliviar el dolor de miles de centroamericanos en el albergue “La 72” le ha costado amenazas de muerte, difamación
De complexión mediana, Fray Tomás tiene la tez morena y facciones mestizas que le heredó su abuelo paterno, náhuatl originario de Milpa Alta. A todos los indocumentados que piden refugio los acoge con semblante serio y mirada inquisitiva.
Pero actúa con compasión y, cada fin de semana, organiza y anima convivios en los que baila con quien se deja.
Entre sus visitas a las oficinas de procuración de justicia y sus viajes de trabajo se encarga, ayudado por Fray Cecilio y Fray Aurelio, de que no falten alimentos, ropa y medicamentos para los cientos de centroamericanos que tocan la puerta del albergue.
De 2011 a la fecha han atendido a más de 20 mil. “La 72” se construyó en un predio donado por un particular, a 200 metros de la estación del tren. Gracias al financiamiento de organismos y ONG nacionales e internacionales, se erigió primero una capilla austera y se fueron agregando otros edificios: un módulo de recepción, cocina, comedor que aún no cuenta con mesas ni sillas; módulo de salud, dormitorio para mujeres. En la actualidad se construyen dormitorios y sanitarios para hombres, así como un módulo de seguridad para dar atención especial a los migrantes que sufrieron graves abusos.
Mientras tanto, los migrantes duermen en colchonetas que instalan cayendo la noche en el suelo de la capilla, se duchan a jicarazos en un espacio sólo cercado por lonas en el fondo del predio y se van pa’l monte a hacer sus necesidades. Está prohibido el consumo de alcohol y drogas.
A las 22:00 horas se apagan las luces y se exige silencio. Pero no se revisan las pertenencias de los 40 o 50 visitantes que llegan al día, se les deja descansar, se les dan tres comidas al día, se les proporciona atención médica con el apoyo de la Cruz Roja Mexicana y ayuda para recoger el dinero que les envían sus familiares y para recibir llamadas telefónicas. Su estancia se puede extender por varios días; depende del tren, que no tiene horarios.
Después de la cena, el sacerdote reúne a sus invitados en la parroquia. No esconde los peligros que los esperan en los 3 mil kilómetros que los separan de la frontera con Estados Unidos, pero no intenta disuadirlos de emprender el viaje. Les advierte que subirse deshidratado al tren es mortal, les da información sobre los albergues diseminados en el camino y sobre todo les habla de su dignidad.
Los migrantes, en su mayoría evangélicos, se ponen de pie al final de la plática.
Amenazas
La amenaza más directa surgió a mitad de marzo de este año: “vamos a entrar y vamos a ir por la cabeza de Fray Tomás y todos ustedes”. Quien recibió el mensaje fue Rubén Figueroa, miembro del Movimiento Migrante Centroamericano, en ese entonces considerado el brazo derecho de Fray Tomás.
Rubén era el encargado de sacar a los halcones y polleros que se colaban en el albergue para enganchar a los migrantes.
El activista abandonó Tenosique en abril, tras recibir constantes amenazas de la banda de El Pájaro, una célula de ex pandilleros reclutados por Los Zetas que se dedica a cobrar cuotas de 100 dólares a los migrantes por subirse al lomo del tren en cada tramo de la ruta migratoria en Tabasco, Chiapas y Veracruz.
“A Rubén lo tuvimos que sacar, y ahora está en Estados Unidos”, narra Martha Sánchez Soler, fundadora del Movimiento Migrante Mesoamericano, “nos llegó muy dañado, lo tuve viviendo en mi casa casi un mes y a la semana se nos enfermó muy seriamente. Me confesó que tenía más de un año sin dormir y sí, decía que tenían mucho miedo”.
Fray Tomás se quedó. No en vano sus amigos lo apodan fraile Tormenta. El obispo Raúl Vera destaca su temple: “Inmediatamente se ha hecho notar por su arrojo. En el terreno de la migración, es una de las personas que se ha destacado por el grado de dificultad”. El padre Alejandro Solalinde considera a Fray Tomás un hermano “explosivamente profético”.
Y el presbítero Prisciliano Pedraza, quien dirige el albergue para migrantes en Altar, Sonora, ilustra en una frase su temperamento arrojado: “está aprendiendo rápido el cabrón, a veces hay que frenarlo”.
Una patrulla de la Policía Federal está estacionada permanentemente frente a “La 72”. Dos agentes están de pie junto a ella con mirada aburrida.
Cámaras graban dentro y fuera cualquier movimiento y lámparas negras de alto voltaje iluminan de noche el predio. A raíz de las amenazas recibidas, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos otorgó medidas cautelares el pasado 19 de abril y obligó al Estado mexicano a brindar seguridad al refugio. Lo ha hecho con otras 4 casas de las aproximadamente 60 que existen en toda la ruta migratoria.
Varias veces al día, pasa frente a los negocios ubicados a un costado de las vías del tren, donde presuntamente están los criminales y coyotes que lo han amenazado de muerte. “Ahí los protegen”, dice, y suelta sus nombres: La Araña, El Sombra…
Adonde vaya, ante cualquier auditorio, Fray Tomás alza la voz y pide acciones. “¿Necesitan la muerte de un defensor, de un sacerdote, de una religiosa, de un padre de familia para hacer más visible y más necesario lo que estamos haciendo? Yo creo que sí”, lanzó de manera provocadora a finales de octubre en la Semana del Migrante organizada por el Senado.
Fray Tomás está comisionado por al menos tres años más en Tenosique, un pueblo que de vez en cuando recorre en bicicleta. No le importa la fama ni quiere ser una figura pública.
“Hay una canción de Silvio Rodríguez que dice ‘no me embriaga la altura’. Creo mucho en la base para resolver un fenómeno estructural. No es una persona la que va a salvar a los migrantes”, sentencia.

Link: http://tabascohoy.com/2/mobile/nota.php?ID=162995

Fragmentos de la entrevista realizada a la Hermana Leticia Gutiérrez por El Universal

LA MONJA QUE SE VOLVIÓ GUERRERA

La Hermana Leticia Gutiérrez lo mismo salva a migrantes de ser quemados vivos que llama a funcionarios de la ONU para pedirles que ayuden al padre Solalinde. Su causa es ayudar a quienes transitan por el país y es lo que ha hecho, aunque a la Iglesia católica a veces no le guste tanto. Es una religiosa tan distinta que hasta se dio el lujo de enamorarse

POR LAURA ALANIS VILLAFUERTE. FOTOS ALMA RODRÍGUEZ AYALA Y EL UNIVERSAL

| DOMINGO, 22 DE SEPTIEMBRE DE 2013 | 00:10

Ese día la gente estaba realmente enardecida. “Querían prenderle fuego a la Casa del Migrante de Tultitlán (Estado de México) y de paso, quemarnos a nosotros”, relata ahora la monja. El sacerdote Hugo Raudel, responsable del albergue, quiso hablar con la turba pero ellos sólo le gritaron que sería su responsabilidad si mataban a todos los migrantes. La religiosa Leticia Gutiérrez recuerda que ese día estuvieron desde las 10 de la mañana hasta las 5 de la tarde haciendo guardia en la calle para evitar que los vecinos entraran y lo quemaran todo.

Ella califica ese 13 de agosto de 2011 como “horas de vida o muerte”. Los vecinos de la colonia Lechería querían quemar el albergue San Juan Diego porque acusaban a los migrantes de afectar a la población de la zona. Los acusaban de dormir en las calles, defecar al aire libre, robar, pedir dinero, drogarse y emborracharse, y faltar el respeto a las mujeres.

Había como 80 migrantes adentro y afuera había un grupo de seis personas haciendo una valla humana, para intentar que no entrara la gente. Ella recuerda perfecto los gritos de varias mujeres que gritaban muy cerca de su oído, mientras intentaban entrar. Uno en especial le turbó: “Estas putas puercas de las migrantes vienen todas violadas, todas abusadas, y creen que nuestros hombres se van a fijar en ellas. ¡Viejas puercas!”.

Fueron varias horas en que aguantaron amenazas e insultos sin contestar nada. Los defensores de migrantes habían pactado no responder a ningún tipo de provocación. Siete horas más tarde los inconformes se retiraron de forma inexplicable.

*****

En enero de este año la religiosa Leticia Gutiérrez concluyó su gestión como Secretaria Ejecutiva (directora general) de la Dimensión Pastoral de la Movilidad Humana. Dirigió durante seis años el órgano religioso dedicado a la protección y resguardo de migrantes en México. El desempeño de esta organización podría ser calificado como modesto de no ser porque desde hace 19 años este cuerpo de monjas y sacerdotes es el principal asesor en temas migratorios de la Conferencia Episcopal Mexicana (CEM).

Sonríe cuando recuerda su precipitada llegada al cargo en 2007, apenas unos meses después de concluir en Roma, Italia, su segunda carrera: Filosofía Social con especialidad en Movilidad Humana. La madre superiora de su congregación le llamó por teléfono para informarle que había sido designada como la nueva titular en México de la Dimensión Pastoral. “Era mi primera experiencia en un tema de dirección y de trabajo directo con obispos”, dice. Reconoce que se sentía preocupada y nerviosa, dado que su trabajo pastoral siempre había sido en el campo, con la gente, con los migrantes.

No tenía ni una semana de haber llegado al puesto cuando ya tenía bajo su total responsabilidad un encuentro binacional entre autoridades eclesiásticas de Estados Unidos y México. Apenas concluyó y ya tenía un foro en la Cámara de Diputados donde ella sería la principal interlocutora entre legisladores y agentes de la pastoral. “No sabía nadar en esas aguas, en esos ambientes. No tenía experiencia de hablar con políticos ni obispos, o diplomáticos o autoridades. Nunca imaginé que iba a tener de frente a un diputado, a un senador, escuchándome y compartiendo con ellos la situación de la población migrante y buscando políticas públicas acordes a la realidad”.

Por esa época inició un recorrido por todo el país para observar de cerca la situación de los migrantes. Comenzó a escuchar sobre la tragedia de cada día: el secuestro de migrantes. Los mismos relatos de horror se repetían una y otra vez en distintos albergues.

Pero no todo fue malo, precisa. A la par de las desgarradoras historias, también conoció a “verdaderos guerreros”: los sacerdotes Alejandro Solalinde, Pedro Pantoja, Fray Tomás González y el obispo Raúl Vera, agentes de la pastoral con quienes decidió apoyar a los migrantes ante la suerte que corren a diario: extorsión, discriminación, secuestro, xenofobia, violencia sexual, golpes, tortura. Y muerte.

En su administración como Secretaria Ejecutiva, entre 2007 y 2013, ella y el Arzobispo Rafael Romo Muñoz mandaron edificar 66 casas de migrantes. Antes sólo había 30.

El aumento de la violencia en los pasos migratorios provocó que la Hermana Leticia, junto con sacerdotes de la Dimensión Pastoral, comenzaran a denunciar los abusos públicamente. Sin embargo, la respuesta de las autoridades de la administración del entonces presidente Felipe Calderón, recuerda, era “desmentirnos, desmentirnos y desmentirnos”.

—¿Alguna vez te reuniste con alguno de los secretarios de Gobernación que tuvo Felipe Calderón?

— Sí, con los cinco que tuvo Calderón.

—¿A quién de los secretarios de Gobernación lo sentiste más sensible al tema migratorio?

—El que entendió un poco más fue (Francisco) Blake, lástima que se murió. Pero él, por ser originario de una frontera, entendía un poco más sobre la realidad migratoria. Con esto no quiero decir que cambiaron las cosas. No quiero decir que tuvimos más apertura, simplemente él escuchó y pudo mover algo, sobre todo con el tema de la Ley Migratoria. Insisto, no significa que hubiera muchos cambios.

—¿Y quién fue el más reacio a temas migratorios?

—(Alejandro) Poiré. Su postura era más de ‘éstos vienen a reclamarnos’. Igual Cecilia Romero (entonces titular del Instituto Nacional de Migración). Igual Gustavo Mohar (entonces Subsecretario de Asuntos Migratorios de Gobernación), ellos nos tenían en el concepto de “adversarios del Gobierno”. Pero nosotros no éramos los enemigos, por el contrario: estábamos ahí porque creíamos necesario que ellos entendieran lo que nosotros hablábamos y lo tradujeran en acciones y políticas públicas para atender un problema que estaba más allá de una acción represiva, como ellos querían atender el tema migratorio.

La Hermana ha exigido a las autoridades del país una solución al tema de los secuestros y desapariciones de migrantes. Incluso ha enviado cartas al Vaticano para pedirle al Papa que intervenga en esta situación.

Luego de que la CEM decidiera de tajo dar por concluida la gestión de Leticia Gutiérrez al frente de la Dimensión Pastoral de la Movilidad Humana, la religiosa fundó Scalabrinianas: Misión para Migrantes y Refugiados, una organización que se dedica a acompañar y proteger a miles de migrantes dentro y fuera del territorio mexicano.

Desde ahí sigue sumando acciones en pro de la lucha de los “guerreros” que intentan crear una mejor vida para los migrantes.

Texto completo en: http://www.domingoeluniversal.mx/historias/detalle/La+monja+que+se+volvió+guerrera-1809