Libro Venida sin paso

A principios de este año salió publicado el libro Venida sin paso. Narrativas fronterizas desde nuestra América, la más reciente publicación del grupo de grupo de investigación Estudios Fronterizos que fundé en 2010 y nuevamente coordino. Esta investigación es resultado de un trabajo colectivo de escritura creativa que propuse a un grupo de colegas migrantologos durante la pandemia y que, en un segundo momento, varias estudiosas de diferentes partes de América escribimos textos en un seminario conjunto (UACM-CLACSO) cuyo resultado es este libro.

Los retos de la escritura creativa para quienes hemos crecido escribiendo en la academia son muchos y diversos, desde dejar de citar las fuentes hasta desprenderse de la estructura clásica de un ensayo (I+D+C). Los ejercicios de escritura colectiva toman su tiempo, escucha, diálogo y particularmente una metodología de trabajo.

Mi motivación para emprender este apuesta creativa (asumiendo un posible fracaso desde el inicio), y de tallerear los textos personales de investigadoras acostumbradas a realizar etnografía, consistió en transitar a otro tipo de escritura académica basada en lo que denomino filosofía ficcional. Un ejercicio de escritura más cercana al de la escuela francesa del siglo XX (Derrida, Nancy); una escritura que no se regodea en el rigor académico, sino que deviene escritura y la escritura, a su vez, deviene pensamiento y acción, de ahí el título del libro: venida sin paso.

Venida sin paso es dejar reposar la racionalidad académica. Abrir la memoria, el cuerpo y las emociones para hablar de las fronteras que nos han cruzado en diferentes momentos y de varias maneras en el trabajo de campo, en el aula, en la escritura, en las lecturas o en el simple transcurrir de la vida cotidiana. Venida sin paso es el ejercicio que nos permitió construir la narrativa de este libro que hoy les presentamos. Un trabajo íntimo, sin lugar a dudas. Venida sin paso es aquello que recuperamos de la deconstrucción: la imposibilidad de escribir aporéticamente, como nos lo muestra Jacques Derrida en repetidas ocasiones, como lo son también las fronteras. Una escritura ética que da cuenta de lo otro en corresponsabilidad con quién escribe. En retrospectiva, nuestro propósito no solo fue alcanzado, sino superado en sus expectativas iniciales. Logramos crear una obra con las experiencias fronterizas de quienes habitamos, estudiamos o investigamos las fronteras, y también confeccionar una obra que desde y a través de relatos autobiográficos pone en debate la ontología de las fronteras.

De la presentación.

Venida sin paso
Narrativas fronterizas desde nuestra América

Yolanda Alfaro. Roxana Rodríguez. [Coordinadoras]

Alethia González. Andrea Itzel Padilla Mireles. Carolina Aguilar. Federica Ambra Psaila. Gabriela Pinillos. Lucía Cristina Ortiz Domínguez. Militza Pérez. Omar Vargas. Patricia Ramos. Yulliam Moncada. [Autores de Capítulo]
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Colección Grupos de Trabajo.
ISBN 978-987-813-367-6
CLACSO.
Buenos Aires.
Febrero de 2023

*Disponible en versión digital: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=2753&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1695&fbclid=IwAR1ToADN8L6XRzFIjTZAA7xfqyweiwkhpgBsRphjo6Fjn7HCvE7eXgadDyA


OTRA HISTORIA DE MIGRANTES

¡Lucía, mañana cruzo! La noticia me la dió a través de una llamada por Whatsapp con mucha emoción, asombro, y con una expresión vocal de triunfo. Él no buscaba llegar a Estados Unidos pero lo logró, con esa facilidad capaz de contagiar las ganas de millones de migrantes en cualquier parte del mundo. Cruzó por la línea en cuestión de horas y está en proceso de pedir asilo en Estados Unidos. Fue un golpe de suerte: se encontró en el momento adecuado, en el tiempo perfecto con las personas correctas.

Conocí a Andrés en uno de los albergues con los que colaboro, al que voy poco por la distancia pero permanezco atenta por la confianza. Todo un personaje, un afrohondureño con un conocimiento sobre el fenómeno migratorio que cualquier persona experta en el tema puede envidiar, con labia política, performático, atrapador de miradas. Cabellos rizados, labios gruesos y piel morena. Era un migrante especial, de los que nunca se iban del albergue, incluso a algunas donantes les desconcertaba que no saliera del lugar, que permaneciera ahí por días, semanas, meses y años, “¿no que los migrantes se mueven?”, preguntaban. Su constante presencia les llegaba a incomodar porque se salía de sus percepciones sobre el migrante “ideal”.

Dejaba el albergue por temporadas, ya fuera porque encontraba pareja o porque acompañaba a otras personas a algún punto de la república mexicana para continuar con su viaje. Siempre regresaba con historias nuevas, él mismo cargaba las confesiones y las vidas de quienes acompañaba. De hecho a eso se dedicaba, los migrantes le pagaban para que viajara con ellos. Tenía una tarjeta mexicana de asilo permanente, casi diez años en este país, por eso nunca fue su propósito principal llegar a Estados Unidos, la pasaba bien en México, se le veía en sus ojos, en su comportamiento y me lo decía.

Llamaba seguido para saludarme, mandarme bendiciones o para contarme cómo estaba la situación con los migrantes en aquel albergue. Uno de esos días, me dijo que acompañaría a una familia a la frontera, a una señora y a su hijo. Le pedí que me mantuviera al tanto para saber que todo estuviera bien y así lo hizo. Viajaron por tierra y me avisaba cada vez que llegaba a una ciudad distinta que todo iba bien “gracias a Dios”. Durante el trayecto, extorsiones hacia los migrantes, “la maña les ha quitado todo su dinero ¡Lucía!”, me decía entre los mensajes de voz que enviaba.

Así llegó a su destino, a la frontera. Era su primera vez en aquel territorio. Buscaron albergues y él llegó a uno especial para “personas como yo”, mencionó.  La madre y el hijo que acompañaba se quedaron en otro para perfiles como ellos. Hasta aquí ya había terminado su trabajo de acompañar. El plan era quedarse algunos días en la frontera, conocer la ciudad, descansar, y regresar a su albergue de confianza, como siempre. Pero la vida le dio una sorpresa inesperada, llegaron abogados al lugar donde se hospedaba y lo incluyeron en la lista de solicitantes de asilo. Ya me lo imagino, con su inteligencia, con sus historias, con su expertise, ¡qué les habrá dicho a los abogados!. Ahora está en el otro lado, haciendo realidad el sueño de millones que no corren para nada con la misma suerte.

Andrés es una historia distinta, de aquellas que no se escuchan, que casi no suceden; es un deseo de todxs y para todxs aquellos que necesitan de manera urgente la oportunidad de vivir mejor.

¡Pórtate bien, Andrés!, que ahora el reto es permanecer.

#FronterasAbiertas entre Colombia y Venezuela, ¿alguna vez estuvieron cerradas? I

“Colombia y Venezuela reabren su frontera común de más de 2 mil kilómetros”, con el hashtag #FronterasAbiertas y #AbrirFronteraEs el gobierno del presidente de Colombia recientemente electo, Gustavo Petro, llevó a cabo una acción esperada, la apertura total del Puente Internacional Simón Bolívar (PISB) para el paso de vehículos y camiones de carga que había estado suspendido por estos pasos desde 2015.

Foto: Gabriela Pinillos, Enero 2022. La Parada, Villa del Rosario.

Pero, ¿Qué ha pasado desde ese día, hasta hoy, después de ese acto simbólico y concreto? ¿Cómo se puede recuperar una relación que se ha deteriorado? ¿Qué hay más allá de la apertura de un puente, en términos de las dinámicas y las configuraciones creadas a lo largo de todos esos años en que el puente estuvo cerrado y, frente a lo cual surgieron nuevos o se reactivaron viejos caminos, rutas o pasos más allá o más acá del puente? ¿por el río seco o entre los arbustos?

Foto: Presidencia Colombia, 26 de septiembre de 2022. Puente Internacional Simón Bolívar.

El optimismo en el centro del país y desde la Casa de Nariño resuena y se contagia. Pero el restablecimiento de la dinámica comercial por el Puente no es aun garantía de nada. El PISB conecta a Colombia y Venezuela entre Norte de Santander y Táchira. Del lado colombiano está La Parada en el municipio de Villa del Rosario y del lado venezolano está San Antonio del Táchira. Este es solo uno de los tantos puntos de cruce fronterizo en esa larga frontera geográfica que comparten Colombia y Venezuela, la cual ha sido históricamente un espacio en disputa en el que se representan las tensiones y los conflictos políticos y diplomáticos entre países vecinos, y en el que el Estado o los Estados, más bien, se “encuentran” y son, al tiempo, poder y acción.

Nada de esto es novedad. Tampoco lo es el hecho de recordar que la noción de frontera es tan amplia que cuestionar el uso de un hashtag a estas alturas podría parecer vacuo. Pero es preciso, quizás sí, caer en una obviedad: entender la migración no es lo mismo que entender las fronteras y viceversa. Esto no se trata de una tautología y merecería la pena escribir más a fondo sobre lo que esto plantea. Pero el cierre de un puente conlleva a la apertura de otros, así como la vida se abre camino, los pasos humanos lo hacen también. Nunca nada, ni siquiera la pandemia pudo contener la movilidad humana en esa frontera tan visibilizada en distintos momentos, estoy hablando de flujos no de casos.

Desde que el paso por el Puente estuvo restringido y las relaciones diplomáticas entre los dos países congeladas, la dinámica de la vida en la frontera ha seguido su curso, se ha reinventado a sí misma y se ha reproducido en formas poderosas, al tiempo, de formación de vida y de formación de muerte. El crimen se ha expandido y los conflictos, la miseria, el desempleo se recrean en un espacio donde ha sido más el polvo, el calor, la única constante; porque el despojo, la desolación, el silencio que producen las muchas voces y los gritos y la ausencia de carros, se perciben en el aire y eso lo saben las noticias y tanto quienes aun resisten en ese lugar y quienes llegaron a instalarse para sacar provecho de ello mismo.

Pero el Estado es el Estado, todavía lo es, y la voluntad política, aunque tan cambiante, tiene la potencia de afectar la vida en las fronteras. Al menos eso esperamos que suceda con el acto simbólico que significó la apertura del puente. Eso esperamos, quienes somos parte de ese lugar, aunque no estemos allí, pero sobre todo, quienes sí lo están.

Por: Gabriela Pinillos

Grupo de investigación sobre fronteras y migraciones de la UACM

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